martes, 19 de enero de 2016


Sobre Mi hijo, el lobo y otros cuentos de terror

Janitzio Villamar

Mi hijo, el lobo y otros cuentos de terror no apareció de la noche a la mañana, fue resultado de un largo proceso, aunque es cierto que no me cuesta mucho trabajo crear historias y escribirlas me lleva un tiempo bastante corto. Sin embargo, antes de que un pequeño grupo de autores decidiera crear Dracula´s Magazine, revista dedicada al género de terror, a la que había que entregar un cuento cada cuatro meses, no tenía la obligación de escribir de manera habitual dentro del género. A veces escribía ciencia ficción y otros relatos policiacos o costumbristas, en fin, pudiera ser que entre cuento y cuento de terror pasaran varios años.

Desde hace mucho me han llamando la atención los vampiros y los hombres-lobo, fundamentalmente, y, en menor medida, los fantasmas y las posesiones y las momias y demás seres de fantasía que nos provocan miedo. Así, escribí para Mensajero, la revista que entonces dirigía, un cuento de vampiros, Matrimonio a la rústica, en el que dos de ellos se enfrentaban a estacazos en lugar de a espadazos, en parte por la ambientación medieval en castillos y el código caballeresco, que comenzaba a aprender. Las espadas se me hicieron obsoletas en un contexto en que los vampiros no mueren con las espadas. Los vampiros, tradicionalmente, mueren atravesados por estacas. De allí la escena en que los dos vampiros se enfrentan a estacazos. Alexei Tolstoi, un descendiente de León Tolstoi, autor famoso por novelas como La guerra y la paz y Ana Karenina, escribió dos relatos sobre vampiros: Upir y Una familia de vampiros. La ambientación es rusa, pues el autor era ruso. A mí eso me gustó, además de que por entonces estudiaba ruso. Hay un paso de eso a nombres como Azerina, que incluso podemos oír ya en Karenina. Azerina es, en realidad, el nombre de un metal utilizado en joyería.

El origen de Drácula es un texto mucho más antiguo, pero remodelado. En su versión original apareció en unos libritos que yo hacía cuando jugaba con muñecos de El planeta de los simios o La guerra de las galaxias, entre otras películas y series de televisión, es decir, cuando tenía entre cinco y diez años. Mi papá nos compró unos libros a mi hermano y a mí, uno a cada uno, a mí Drácula y a él Frankenstein. Leí Drácula y quedé maravillado. Drácula es una novela apasionante, que te absorbe y te cautiva. Al pensar en Drácula, pensé en cuál sería el origen de Drácula y le inventé uno. Por entonces no tenía idea del Vladimir Dracull o Vlad Tepes histórico, del que me enteré mucho después. Me parecía obvio que un primer vampiro había surgido de un pacto con el diablo, por eso coloqué al padre del propio Drácula tratando de convertirse en un ser de vida “eterna”, al que el diablo le haría pagar un precio, la necesidad de sangre. La anécdota que trastoca, cambia el hilo de la narración es que es el hijo quien termina por recibir los favores del diablo y no el padre. El hijo, entonces, se convierte en vampiro y es, el primer vampiro del mundo, según yo en aquel entonces. El que terminara por meterse en un ataúd se me hizo que causaría revuelo entre los lectores. Dentro de la serie de los orígenes de los vampiros había cinco distintos; otro aparecerá en mi tercer libro de cuentos de terror a salir el próximo año.

El engaño fue un texto sugerido por los textos de fantasmas de Henry James, quien escribió una novela muy famosa que se llama Otra vuelta de tuerca. En ella cuenta de un fantasma. Fue un texto difícil, que me costó bastante trabajo armar, pues no podía decidir qué continuaría. Creo que lo tomé en tres ocasiones hasta que quedó armado. Después vino la revisión, que fue la que le dio la forma que ahora tiene. Nunca antes había escrito prosa de fantasmas, sólo poesía, como El fantasma del verdugo, que da título y sustancia a uno de los cuentos de mi segundo volumen de cuentos de terror. La dificultad de narrar va acompañada por la complejidad del pensamiento del autor, que a mayor capacidad podrá crear situaciones más complejas. Y claro, atrás, como han visto, hay lecturas, muchas lecturas. Algunos textos sugieren. Es casi como si te invitaran a crear tus propias historias. Lo que sucede es que entusiasman y ese entusiasmo puede ser canalizado. A mí me emocionaron El fantasma que pagaba alquiler y La casa fantasma, de Henry James. Ellos o él, si tomamos como referencia a Henry James, fueron los que me “invitaron” a crear mis propias historias.

Mi hijo, el lobo fue un texto, por el contrario, sencillo, pues “se me presentaba ante la vista” pese a que estuviera yo en la escuela o en mi casa, comiendo, durmiendo o lo que fuera. Fue un texto obsesivo, que no salió de mi mente hasta que lo escribí. A veces sentía que estaba viviendo lo que allí conté, o que lo veía. Es también un texto más complejo, con estructura de novela, pues tiene dos narradores, dos personajes que cuenta la historia, el hijo y el padre y ambos completan la historia. Para que el texto fuera claro y no causara lo que provocan otros textos similares, confusión entre las voces, usé dos voces pronominales diferentes, la primera y la tercera: “Mi hijo, Gerardo (él), 3ª. de singular y “Yo, pa” (yo) 1ª. singular. Así, cada voz formaría parte de cada narrador y sería difícil confundirlas. Por entonces había yo leído a Michael Crichton, el autor de Parque jurásico y Congo y Esfera y muchas otras novelas que luego hicieron películas. Michael Crichton ocupa una forma de narrar llamada thriller, que es como subirse a la montaña rusa. Te subes y ya no te puedes bajar. Son textos sumamente intensos e interesantes. ¿Quinientas o setecientas páginas? Eso no importa. Uno es capaz de leerlas olvidándose de todo lo demás, incluso comer, por lo menos por un buen rato. Acción, acción, acción. En el texto siempre está sucediendo algo; casi no se detiene a describir o a ampliar las acciones. Si a eso sumamos la “vida” tan particular del hombre-lobo, que es modelo y actor y estriper, pues el interés crece, más si se presenta esa vida como posible para el lector, ya sea porque la vive en carne propia o porque la “ve” a través del propio relato. Y bueno, el mito de los hombres-lobo y su ubicación geográfica es algo “entre niebla y humo”, pues se menciona y se hace alusión a costumbres, pero no se insiste mucho en el punto; el sexo y el mito hacen su trabajo. Mi hijo, el lobo siempre ha resultado. Desde su primera aparición en la revista Mensajero, vendió el tiraje completo, lo que hasta entonces no nos había ocurrido y comenzaron las llamadas para felicitar a la revista por el texto y las cartas… en fin, autor ya famosos hablaron de “joyita literaria” y obra de culto y de la necesidad de adaptarlo al cine… que es otro de los puntos incluidos en este texto, el cine. Claro que los efectos propios del cine se ven mejor en Licantropía, título del cuento que presta su nombre para el de mi tercer volumen de cuento de terror. Luces de colores, alejamiento, acercamiento, cámara lenta o cámara rápida, en fin, son los efectos que se ven en el texto. Lo que se necesita para lograrlo es algo que necesitaría de tiempo y teoría que por ahora no abordaré.

Juana Inés nació de la celebración de un aniversario del nacimiento y muerte de Sor Juana Inés de la Cruz, la poeta aquella de “hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis” y “Este que ves, engaño colorido/ que del arte ostentando los primores/ con falsos silogismos de colores/ es cauteloso engaño del sentido”, pues murió cincuenta años después de que naciera, de modo que sus aniversarios de nacimiento y muerte coinciden. ¿Cómo traer de nuevo a sor Juana? Bueno, pues Edgar Allan Poe en su cuento El retrato oval y Oscar Wilde en El retrato de Dorian Grey pueden darnos idea. Cruzados ambos textos crean la base del mío, Juana Inés y claro, ahora, tras leer al padre Calleja o al padre Miranda, los confesores de sor Juana, podemos intuir esa sospecha de amores de la que tanto se acusó a sor Juana, aunque ella siempre lo negó “si te labra prisión mi fantasía”. El resto fue imaginación, particularmente la curiosa ambientación mexicana, pues no quería sacar a Sor Juana de contexto.

Las granjas de Pierrefonds me llevó a otro lugar, Francia. Ahora el asunto era que la “epidemia” de los vampiros podría seguir extinguiéndose eternamente, pero eso llevaría forzosamente a la aniquilación de la raza humana. ¿Cómo entonces podrían los vampiros evitar su podría extinción? La respuesta fue llevar a los humanos a granjas, como si se tratase de vacas y La hora del vampiro, películas basadas en la novela de Stephen King, pues hay primera y segunda, aportaron a los personajes, el adolescente en situación forzosamente erótica, como en las películas y la novela de Stephen King, en la película el arreglo de una casa y en el cuento el baño que parece ser forzado, y un tío, ¿o no son los personajes de Disney tíos y no madres o padres? El pueblo cruz que así evita el ataque de los vampiros, o por lo menos lo intenta, es obra de una extrapolación o llevar al extremo, lo que sucede en La danza de los vampiros, la película de Roman Polanski. A todo esto debemos sumar Soy leyenda, la novela de Richard Matheson en la que ya sólo queda un humano entre puros vampiros. El escape y persecución son obra de sentirse en la situación, casi un sueño febril. De ella se acaba de hacer una tercera versión cinematográfica con Will Smith.

Primer lobo tiene una ambientación italiana, ligeramente Passolini y sus películas El Decamerón, Las mil y una noches y Los cuentos de Canterbury, basados en las obras del mismo nombre de Bocaccio, anónima árabe y Chaucer. Mempo, como Mempo Giardinelli, el famoso autor italiano, y Enzo, préstamo de Bocaccio, entre muchos otros. Primer lbo trata de explicar el origen de los hombres lobo y contar la primer transmisión de la terrible “enfermedad”, esto a través de un apareamiento… En su estructura hay bastante de investigación en primer plano, algo de lo mucho que aprendí leyendo a los autores policiacos, tanto Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, como Maurice Leblanc, el creador de su oponente, Arsenio Lupin, el famoso ladrón francés.

Dientes de la noche es un texto más complicado por el mensaje que contiene, pues fue ambientado durante la guerra que la OTAN, Organización del Tratado del Atlántico Norte, formada después de la Segunda Guerra Mundial, contra Yugoslavia, en la que se utilizaron balas de uranio empobrecido y bombas de racimo, todo el odio contra los pueblos que deciden su destino por sí mismos, sea cual sea. Batman y su reminiscencias lovecraftianas, es decir del autor Howard Phillips Lovecraft, me colocaron muy cerca del objetivo, pues poco después de la caída del murciélago, en donde el Batman original se rompe la columna y queda paralítico, las historias se volvieron más oscuras y narraron un mundo lleno de monstruos, vampiros y hombres-lobo entre ellos. Fácil fue trasladar ese escenario a la guerra contra Yugoslavia que habría tenido una causa diferente, la negativa de mi protagonista vampiro a invertir en Estado Unidos su dinero. La venganza fue el bombardeo d su patria, Yugoslavia. Hay un contraste importante entre vampiros del viejo mundo, Europa y el nuevo mundo, estados Unidos, en el que los vampiros del nuevo mundo, léase los dirigentes de ese país no tienen escrúpulos y los del viejo mundo respeta reglas ya viejas y caídas en desuso, como las leyes de la guerra.

Al acumular los cuentos, nos damos cuenta de su curiosa situación extranjera, salvo Juana Inés, porque el mal estaba fuera de nuestras fronteras, aunque ahora parece estar ya dentro de ellas. Es decir, los monstruos existen, pero en Estados Unidos y Europa, en donde el mal los ha engendrado, en donde la vida no vale ni lo que un solo pañuelo. Jean Valjean revisitado, el personaje de Víctor Hugo, el creador de las novelas Los miserables y Nuestra señora de París, más conocida como El jorobado de Notre Dame, quien es encarcelado por robar un pan para alimentarse o Edmundo Dantés, el protagonista de la maravillosa novela El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, quien es encarcelado para evitar que se case con la mujer que desea un rico. Claro, Dantés se venga; Jean Valjean no.

Esto es en síntesis lo que contiene el libro Mi hijo, el lobo y otros cuentos de terror que ustedes han tenido a bien leer y del que me dicen han hecho reseñas, lo que debo agradecer infinitamente. Gracias por compartir mis monstruos, el resultado de mi imaginación y la labor de mi escritura.